Suerte

Suerte


 El radiante Sol de Agosto secaba el pelo mojado de Marco. El niño se encontraba armado con sus mejor toalla y un colorido bañador que le quedaba bastante grande, (así te sirve para el verano que viene, decía su madre). Estaba agotado por el estupendo día de piscina en casa de su amigo Luís pero aún le quedaban fuerzas para alzarse sobre sus chanclas y tocar al timbre de su casa.

 Su madre no tardó un minuto en abrir la puerta y recibirle con un beso en la frente y un "¿cómo te lo has pasado?" que Marco no llegó a escuchar porque ya corría escaleras arriba hacia su cuarto. Tras dejar el bañador y la toalla mojados encima de la cama y ponerse ropa seca bajó a la cocina para responder la pregunta que había quedado suspendida en el aire. - Me lo he pasado muy bien mamá.- dijo Marco mientras se ponía de puntillas para ver lo que su madre estaba cocinando.
- ¿Es bonita la casa de Luís?- Dijo su madre sin apartar la vista de las lentejas.
- Mucho, mamá- Al reconocer la comida Marco se acercó a la nevera para ver si podía picar algo- De mayor quiero ser gay.- Continuó diciendo el niño como si existiera una continuidad lógica en su conversación.
- ¿Qué dices?- La madre esta vez si apartó la vista de las lentejas.- ¿Por qué dices eso?
- Es que los padres de Luis son muy ricos porque son gays. Tu siempre dices que las mujeres ganáis menos dinero que los hombres. Como los dos papás de Luis son hombres pues por eso tienen que ganar mucho porque tienen una piscina muy grande.- La madre no pudo evitar reírse ante el razonamiento de su hijo.- De mayor puedes ser lo que tu quieras, pero no por el dinero. El dinero se consigue con esfuerzo y con suerte.-
- ¡¡Yo tengo mucha suerte!!.- Marco había terminado su insatisfactoria búsqueda en la nevera. Pero no se daba por vencido e intentaba un nuevo ataque, esta vez a la despensa, en busca de algo con chocolate.
- Pues entonces, si quieres una piscina sólo necesitas el esfuerzo.-
Marco tampoco encontró nada en la despensa y comenzaba a cuestionar que su suerte fuera tan buena.
- ¿Pero y si una persona se esfuerza mucho, mucho, mucho y luego no tiene suerte?- Preguntó mirando con resignación el plato de lentejas que su madre le acababa de servir.
- Entonces tendrá suerte en otras cosas, como el amor, por ejemplo.-
- Pero mamá, tu siempre te esfuerzas mucho y trabajas mucho pero nuestra casa es más pequeña que la casa de Luís. Y en el amor tampoco tienes suerte porque tu y papá os habéis divorciado. ¿Por qué tu no tienes suerte?.- El divorcio era un tema que siempre ponía triste a la madre de Marcos, no obstante, en su cara se dibujó una sonrisa melancólica. Se puso de cuclillas para estar a la altura de su hijo y despeinó con su mano los cabellos aún mojados.

- Eso es porque yo guardo mi suerte en una cajita.-
Los ojos de Marco se abrieron de par en par ante aquel nuevo descubrimiento.- ¿La suerte se puede guardar en una caja?, ¿De verdad?
- En la parte de abajo de mi armario hay una caja marrón. Corre, tráela.- Marco salió disparado al dormitorio, abrió el armario y vio varias cajas de zapatos, pero sólo una marrón. Esperaba una caja más especial, pero tenía que ser esa. Se agachó y la cogió con cuidado. La suerte debía de pesar muy poco porque parecía que la caja estaba vacía. Pegó su oreja y movió la caja con cuidado esperando escuchar sonido de lo que había dentro, pero no escuchó nada moverse en su interior. La llevó a la cocina y se la entregó a su madre con sumo cuidado.
- No me la des, ábrela. ¿No quieres ver lo que hay dentro?.- Le permitió su madre. Marco miró la caja y comenzó a destaparla con lentitud. Al ver que nada se escapaba del interior la fue destapando con más seguridad hasta levantar la tapa completamente. Aquella caja estaba vacía. Era una simple caja de zapatos marrón con el interior tapizado de papel plateado brillante.
-Aquí no hay nada.- Dijo Marco sintiéndose engañado. Su madre le había tomado el pelo y el se lo había creído.
- ¿Cómo que no?, ¿lo tienes delante y no eres capaz de verlo?.- Marco se asomó una vez más, pero sólo veía su reflejo en el papel plateado.
-¿Es que no te ves reflejado niño mío?. Tú eres mi suerte. Por tenerte aquí a mi lado todo el esfuerzo del mundo valdría la pena.-