Un niño de madera en un mundo de papel

“Como una densa bruma abarca tu nombre mis recuerdos. Imposible me es ya escapar de tu encanto”.

7 p.m

            El peor día en la vida de Luis Martínez fue el 18 de Abril del 2007. Uno sabe cuando es el peor día de su vida aunque no se dé cuenta. Es algo parecido a dejarse las llaves en casa y salir con esa sensación extraña que nos dice que algo no marcha bien, de que hay algo que se nos olvida. Pero no nos damos cuenta de lo que es hasta que es demasiado tarde. Aquella mañana Luis tenía aquel presentimiento, temeroso de abandonar la seguridad de su hogar abría y cerraba los cajones sin saber lo que andaba buscando. Tropezó con su reflejo en el antiguo espejo de su piso de alquiler y observó su imagen, era un muchacho joven de veinte años. Tan corriente que resulta increíble que el destino se fijara en él.
            Para nuestro protagonista, la vida consistía en dejarse arrastrar por los días, pero suavemente. Detestaba los cambios que enturbiaban el lento mecer de la brisa del tiempo. Su rutina le hacía sentirse seguro, dueño de su destino. Por eso estudió informática. En los ordenadores encontraba el sistema perfecto, la auténtica armonía. Dentro de su software él era dueño y señor de su destino, sin mas variables que aquellas impuestas por el mismo. Deseaba que el mundo real fuera igual de ordenado, pero por muy preparada que tuviera la ecuación de la vida siempre podía aparecer algún factor que te la variaba por completo. Pero a ese factor llegaremos más tarde.
            Todavía con la inseguridad de haberse olvidado algo importante, pero ante la presión de llegar tarde al trabajo, Luis se pone sus auriculares  y sale a la calle. La música comienza a sonar, el mismo disco de todos los días. Ni siquiera le gusta, pero le sirve para aislarle de los ruidos de la ciudad. Aislarse del mundo.

8 p.m.

            A pesar de perder unos minutos en la búsqueda consigue llegar a tiempo a la parada del autobús. Al no haber mucha gente puede elegir sitio y decide sentarse cerca del pasillo porque con suerte, nadie se sentará a su lado. Una vez más, Luis estaba equivocado. Dicen que el diablo tiene mil caras, pues el hombre que entró en el autobús llevaba la menos disimulada de todas ellas, con su traje de los años 80, un bastón y sombrero fue a sentarse al lado de Luis. Aquel caballero era la viva imagen del diablo, hasta Luis de no haber sido tan escéptico habría percibido el olor a azufre. Las niñas sentadas detrás reían y comentaban lo fuerte que estaban los muchachos que tenían a su derecha. El recién llegado caballero las saludó con su sombrero y dirigió a Luis una cordial sonrisa.

-La fuerza no es para nada un concepto honrado.- Luis miraba a ambos lados sorprendido de que el hombre estuviera hablándole a él, y más aún de poder oírlo con el volumen de sus auriculares al máximo. – La misma fuerza ejerce un justo trabajador de la construcción transportando ladrillos que una mujer de alterne golpeando sus muslos contra la cama.- El hombre que pareció no percibir que Luis no tenía el menor interés en su historia se quitó el sombrero y continuó con su relato.- Mucha más fuerza ejerció el caballo contra una cañería para poder soltarse.- Luis pensó que aquel hombre no parecía tan mayor como para andar delirando.- Sabes muchacho. Hay tres cosas que no se deben decir en una reunión con los amigos. La primera es que te duele la cabeza, porque tus amigos pensarán que te están aburriendo. La segunda es que te duele la barriga, porque entonces pensarán que no te ha sentado bien la comida que con tanto cariño te han preparado. Y la tercera es que te duele el brazo, porque lo que pensarán es que eres un depravado onanista cansado de tanto ceder a placeres indebidos. Las tres frases se las dijo mi amigo a la doctora después de que la tubería a la que estaba atado aquel caballo se desprendiera con tanta fuerza que golpeó a mi amigo en el costado. Tan fuerte que lo lanzó de cabeza a la pared. Todo esto después de que el caballo le propinara una fuerte patada en sus genitales. ¿Sabes que dijo la doctora?.- El hombre no debió de entender la cara de aburrimiento de Luis o debió de confundirla con una mirada de interrogación.- Pues la doctora le dijo: “tiene usted suerte de poder aún decir que le duele algo”. La fuerza es una palabra sucia y despiadada. Es cierto que mi amigo metió sus genitales dónde no debía al acercarse por detrás a un caballo,  pero tubo un fuerte motivo. ¿Imaginas cuál pudo ser?.-  Luis estaba asombrado, no sólo había atendido a la conversación, sino que estaba interesado en conocer el final de la historia.- ¿El amor?.-Contestó Luis finalmente. Una suave sonrisa se dibujó en los labios del extraño caballero mostrando unos dientes tan blancos que hacían imposible fijarse en sus largos y afilados colmillos.- Ya tenemos a la “fuerza” haciendo de las suyas. Por el hecho de ser un motivo fuerte, usted piensa en algo noble como el amor. Pues se equivoca. Uno por amor puede hacer muchas cosas, pero en todo momento manteniendo sus testículos alejados de las patas traseras de un caballo enfadado. El motivo por el que mi amigo decidió arriesgarse fue el mayor de todos los motivos, el dinero. Todos tenemos un precio. Con la cantidad adecuada se puede comprar todo, incluso el alma.- La sonrisa se volvió aún más terrorífica si cabe. El hombre del traje sacó una tarjeta del bolsillo de su chaqueta.- Tenga, nunca se sabe cuando puede necesitarla.- La tarjeta era roja, por supuesto, pero para sorpresa de Luis era la tarjeta de un conocido banco. El autobús paró y el extraño compañero de viaje abandonó su sitio con un cordial saludo.- Es mi parada.- Y todo acabó, con la tarjeta como única prueba de que aquel extraño viaje no había sido un sueño. Al mirar la tarjeta por detrás vio que tenia escrito un nombre:

                                                “Santiago Tangosa”

1 comentario:

  1. Me parece un relato magnifico, Cuándo lo vas a continuar ?? tengo intriga por seguir leyendo.Muy bien escrito.

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