sábado, 16 de junio de 2012

Minos



La oscuridad desaparece y un rayo de luz ciega sus ojos. Los gritos lo envuelven y la repentina muchedumbre hiela sus huesos pero no es momento de retroceder cuando la libertad está tan cerca.


Tan rápido como puede, avanza sin tregua intentando enbestir a los pobres ilusos que osaran interponerse en su camino. Sus pasos resuenan con estruendo en una tierra extraña, ajena a sus prados. El gentío le hostiga con gritos y desafíos, pero no es momento de detenerse, la libertad está cerca.
El ruido cesa, el silencio se apodera del recinto. Mira a su alrededor pero no hay escapatoria, encerrado. Un hombre lo mira amenazante, él sabe reconocer la muerte en su rostro. Levanta una pesada pata, vacilante pero sin retroceder, la gloria está cerca.
Cansado por la carrera, aúna sus fuerzas en un último esfuerzo, un trote primero, una embestida después. Siempre decidido, sabe que su vida está en juego, no se puede fallar. Pero falla. Un pinchazo en el lomo y sus patas comienzan a flaquear. Contempla la multitud silenciada mientras sus fuerzas ceden por completo y la muerte le tiende sus negras alas. El final está cerca.

El tendido comienza a vaciarse, las personas se marchan mientras un héroe yace muerto en la arena. Así mueren hoy las bestias, así morían ayer los dioses.

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